Nuestro cerebro y nuestro cuerpo siguen funcionando como vivíamos años atrás, donde los azúcares eran difíciles de encontrar. Y cuando los encontrábamos e ingeríamos, nuestro cerebro nos daba inmediatamente una recompensa de placer.
Esa era la forma en la que nuestro cuerpo nos empujaba a seguir moviéndonos para encontrar más y obtener más «placer».
Pero, ¿qué problema tiene nuestra sociedad actual en este aspecto?
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